Me pasa cada vez que vuelvo a Blacos.Me siento a ver la tv y mi vista se queda hipnotizada en el baúl que le sirve de mesa.Es de madera y con un nombre en letras rojas convertidas en granates por el paso de los siglos.Pone una inicial y un apellido que coincide con alguno de los míos.En casa, arriba hay alguno más de idénticas formas y seguro que en la casa de algunos de los lectores de este blog hay algún bául más de este tipo.Entoces me olvido de la tele y empiezo a divagar sobre las aveturas de aquel hombre, también puede
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ser una mujer, que responde al nombre del bául.Probablemente cuando lo usó de armario para cruzar el mar no tenía propiedades suficientes para llenarlo. Y seguro que cubrió los huecos con el cariño de la familia que dejaba aquí, con la ansiedad de viajar a un mundo desconocido y con la necesidad de conseguir los recursos necesarios para cubrir las mínimas necesidades de los suyos, que la mayoría de las veces se quedaban aquí esperando.Unos consiguieron volver con el bául lleno y con alguno más para traer todo lo conseguido.Fueron los menos y su familia pudo disfrutar no sólo con lo que trajo sino con su vuelta a casa para volver a estar con los suyos.La mayoría, como le pasó a mi familia, no sólo no volvieron, es que además se fueron con ellos todos los que pudieron o todos los que se atrevieron.Con mejor o peor fortuna consiguieron salir adelante, pero el precio que pagaron fue altísimo.El peor, la familia dividida, una parte allá y la otra aquí, con el pobre contacto de las cartas de vez en cuando y alguna fotografía desenfocada en la que alcanzabas a ver una cara que te resultaba vagamente familiar.A veces, escasas, con el paso de los años volvías a encontrarte con algún hijo o nieto de los que fueron tus tíos y a los que no llegaste a conocer.Te contaban lo que sufrieron por la distancia y por la nostalgia .Yo lo viví en persoona cuando un primo, sobrino de mi madre, vino a España.Lo llevamos a Blacos y no dejó de llorar ni un minuto.Cuando nos íbamos cogió un puñado de tierra y lo guardó en una bolsa.Quería que sobre la tumba de su padre hubiera un trozito de su pueblo, del que se fue y al que nunca pudo volver.
Yo a menos cuando se habla de xenofobia o de emigración siempre tengo en cuenta estas cosas.Nosotros no podemos dar leciones a nadie, pero a nosotros nadie nos tiene que enseñar nada cuando un familiar tiene que ir a buscar su futuro y en el viaje tiene que empezar a olvidar el pasado.Cuando veas un bául así, piensa que está lleno hasta arriba de una historia emocionante.Únicamente tienes que abrirl la tapa para dejar salir todos sus recuerdos.
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