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No camines delante de mi, puede que no te siga. No camines detrás de mi, puede que no te guíe. Camina junto a mí y sé mi amigo. (Albert Camus, 1913-1960)

miércoles, 16 de noviembre de 2011

EL COCHE CORREO “SORIA – EL BURGO DE OSMA”

En estos tiempos en que todos andamos motorizados y competimos por tener y presumir del coche más potente y nuevo,  nos ha hecho olvidar aquellos tiempos pasados, no tan lejanos por cierto, en que todos, si todos, utilizábamos el coche correo para ir y venir de Soria o el Burgo de Osma, aquellos ratos de espera en el chozo al lado de la carretera, fresquito en verano y en invierno un autentico congelador, chozo similar había en cada parada o pueblo donde se sumaban nuevos pasajeros y que no eran pocos.

Me estoy refiriendo al coche correo de  Gonzalo Ruiz, línea que aun existe pero que a diferencia del pasado hoy en día no tiene la afluencia de pasajeros que tenia y que tampoco lleva ya el correo.

Con estos recuerdos buscando en San Google y voila ¡hay fotos del famoso armatoste!, que son las que os adjunto, el pobrecito se ve descuajaringado, pero ha mantenido el tipo por lo menos hasta el año 1996 en que le hicieron la foto en las cocheras de Gonzalo Ruiz en Soria.

foto foro camión clasico
Que recuerdos cuando el tío Desiderio o sus hijos Paulino o Tomas iban por la mañana y por la tarde con su cartera de cuero a recoger y entregar el correo que sin falta día a día llegaba a Torreblacos y de ahí se repartía por otros pueblos.

Subir al autobús por la puerta trasera, el cobrador y además encargado de entregar y recoger el correo que le daba el cartero de Torreblacos, si no recuerdo mal le apodaban “el rubio”, sería por su pelo color cobre, siempre con una sonrisa y que por cierto he de decir que nunca se le escapaba nadie sin pagar y eso que lo intentábamos, era como un juego, sabíamos de antemano que si o si pasaríamos por taquilla.

El viaje, ufff lento, lento, desde Torreblacos la primera la parada en Blacos, a continuación la cuesta del Temeroso interminable, el artilugio la subía resoplando pero la subía  pasito a pasito, la parada en el chozo de Calatañazor que hay que decir que los de Calatañazor hacían 3 km o mas hasta llegar, se daban su buen paseo para llegar, que suerte en Torreblacos y Blacos que es un paseo nada más, comparado con lo de Calatañazor .

foro camión clasico
La ansiada parada en la Venta Nueva de 15 o 20 minutos, me imagino que mantenían la tradición de la época de las Diligencias, a partir de ahí parada tras parada en cada chozo, símbolo inequívoco de que existía un pueblo en sus cercanías aunque no se vislumbrase, por fin la temida Cuesta La Reina, más de una vez estuvimos a punto de bajar y empujar el armatoste que resoplando y a paso de tortuga subía la larga y curvilínea cuesta, más paradas en otros chozos y por fin llegada a Soria al ladito de la alameda, el viaje de vuelta idéntico al de ida. Continuar leyendo: pulsar: "mas información"

viernes, 4 de noviembre de 2011

El barbero

Hacía mucho tiempo que quería hablar de esto pero he preferido dejar pasar los años para ablandar un poco la crítica y que se entienda más en tono de humor que de reproche.Ya he contado alguna vez que a los 9 años me obligaron a abandonar Blacos para ir a vivir al destierro, en Pamplona.Hice el viaje con la inocencia de la infancia y cargado de complejos, sobre todo de dos traumas de la niñez que me costó tiempo superar.Uno era que me tuvieran que poner una inyección y el otro ir a la peluquería.Y los motivos eran claros.En mis primeros años de vida, cada invierno tenía una o dos bronquitis y siempre el doctor Calmarza me recetaba penicilina.Y la encargada de inyectármela era mi madre, una santa que Dios tenga en su gloria, pero que entre sus muchas virtudes no estaba la de poner inyecciones.Lo suyo en realidad era clavar banderillas y al igual que sucede en la plaza, los banderilleros no diferencian hueso de carne.Me clavaba las agujas con alevosía e indefensión porque llamaba a sus amigas, Vitoria y Clotilde, para que me sujetaran y así ella entrar a matar, una vez cada 24 horas.Cuanta más opisición ponía más duro era el aguijonazo.Era como el Guántanamo de la inyección.

Y el otro trauma que me costó superar fue el de cortarme el pelo.Cuando vivía en Blacos, de vez en cuando aparecía por allí un tipo simpático de la Torre, al que llamaban el barbero.Yo le tenía más miedo todavía que a mi madre cuando se acercaba con la aguja.Le tenía tanto miedo que tenían que atarme a la silla para que procediera al rapado.Cuando entraba la maquinilla por un lado de mi cabeza,yo sudaba ya la gota gorda, porque al principio no hacía daño, pero cuando sacaba la máquina es como si te cayera un rayo en plena nuca.Era un dolor retorcido, con mala leche, como para soñar con una melena hasta los pies.Yo siempre he pensado que jamás cambió de cuchillas y que lo que hacía, eso sí con dismulo, era arancarte el pelo... con título de barbero.Era como una silla eléctrica de la que salías vivo de milagro.Reconozco que durante unos años le miraba con cierta inquina al barbero.Se me pasó enseguida y luego ya sólo veía en él al tipo simpático.
He de reconocer que ahora voy al barbero una vez al mes y que prefiero las inyecciones al jarabe.Es la ventaja de haber sufrido la tortura de pequeño, luego cualquier otra cosa te parece mejor.(un cariñoso saludo a Jesús y familia).