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No camines delante de mi, puede que no te siga. No camines detrás de mi, puede que no te guíe. Camina junto a mí y sé mi amigo. (Albert Camus, 1913-1960)

jueves, 22 de octubre de 2015

Día Mundial del Alzheimer ( el robo de la memoria)

Aquel día guisó las lentejas tres veces la misma mañana, y no lo hizo más veces porque de repente se le olvidó como se encendía el fuego. Era el primer eslabón de una cadena de olvidos, porque el primer objetivo del alzheimer es aniquilar la memoria y el siguiente arrasar las defensas de familiares y cuidadores del enfermo. Después de quemar y volver a quemar las lentejas y de hacer cábalas sobre lo que le podía pasar, el neurólogo lo solucionó con una simple pregunta. ¿Sabe qué día de la semana es hoy?, Dijo que era jueves… pero era lunes. Y el diagnóstico fue tan inapelable como el dolor que recorrió todo el cuerpo de su hijo, que se quedó clavado en la silla como si lo hubiera fulminado el rayo de la amargura. Sabía muchas cosas de la enfermedad y por tanto en ese mismo segundo era consciente del tortuoso camino que se abría al otro lado de la puerta de la consulta del hospital. A veces es mejor la ignorancia, porque el desconocimiento en muchos casos evita los malos presagios. A partir de ahí sus vidas dejaron ser una montaña rusa para convertirse en un tobogán hacia el abismo. Toda las enfermedades son crueles, pero el alzheimer está en cabeza de la clasificación. Los síntomas comienzan a ser visibles antes de que se abra el pozo del olvido. La mirada comienza a perder intensidad y viveza. Te asomas al fondo de sus ojos y no ves nada, no responden a ningún estímulo, no muestran ningún sentimiento. Son los primeros en iniciar el viaje hacia la indiferencia. Después la cara, esa cara activa, expresiva, agradable, se va convirtiendo poco a poco en una máscara casi inerte, en la que las únicas señales de vida son una boca semiabierta , en un abandono de interés, y un pestañeo lento, irregular y como aburrido de su rutina. Donde antes había vitalidad, decisión, sorpresa, alegrías tristeza, ... ya no queda ni siquiera dolor. Es como si de repente haces un viaje a la Antártida, saludas a una esquimal y esperas que haga algún gesto de reconocimiento. El abismo comienza a abrirse por los ojos y por la cara y el pozo negro del dolor de los hijos o de cualquier otro familiar, comienza a ser negro y punzante desde sus primeros huecos. En el enfermo se deteriora su físico al mismo ritmo que provoca agujeros en el corazón de los que están a su lado. Ya no hay rutinas, no hay actos reflejos ni hay costumbres. Cada día es una nueva incógnita porque el enfermo de Alzheimer se transforma al mismo ritmo que lo azota la enfermedad. Un día se le olvida vestirse, otro día se le olvida tragar, otras veces parece que se ha recuperado y te dejas engañar con una brisa de esperanza... Es un azote continuo a la resistencia física y a la fortaleza moral de los que están a su lado. Llega un momento que esa ayuda no es suficiente, por falta de tiempo, por falta de conocimientos y sobre todo por falta de medios adecuados para que su último paso sea lo más seguro posible. Entonces al dolor de la enfermedad, se une el drama de la separación. Crees que la distancia va a acelerar el olvido y va a progresar en su abandono. Y ni un sólo día acabas satisfecho de lo que has hecho el día anterior. Hasta que te sientes en la oscuridad del sillón y te das cuenta que haces todo lo que está en tu mano y más, te reconoces a ti mismo que estás donde hay que estar y que el enfermo está donde mejor puede estar. Y si al encender la luz y levantarte del sofá no has llegado a esa conclusión, es mejor que tú también vayas al médico, y que llames a otra puerta ,distinta de la del neurólogo. Con ello vas a conseguir cierta tranquilidad y mucha seguridad en tu comportamiento. Pero esto no va a impedir que cada día que abandones la planta en la que vive un nuevo puñal se clave en tus entrañas. Al principio sólo duelen pero después empiezan a sangrar. Y cuando sus lagunas en la memoria se convierten en océanos de olvido, resulta ya muy difícil detener la hemorragia. Todo comenzó un día en el que coció las lentejas tres veces, y todo se acabó cuando dejó de reconocer como su nieta a aquella niña rubia que se columpiaba en el parque de la Residencia. Entre una imagen y otra parecía que habían pasado siglos, pero en realidad habían transcurrido poco más de dos años. Después, cuando le pones perspectiva, te das cuenta que es una enfermedad que pone a prueba a familias completas, que lleva al límite muchas relaciones y que algunas veces hace saltar todas las costuras. Por suerte ahora ya no hay que decirlo desde la experiencia individual, sino que hay hasta guías de comportamiento. Ya es más difícil caer en el error de que simplemente lo malo del alzheimer es el enfermo que los sufre. Ahora hay un conocimiento generalizado de que la familia también sufre la enfermedad. Con otros síntomas y con otras consecuencias, pero no menos graves, y si se gestionan mal con resultados muchos más desastrosos que la pura enfermedad. El enfermo acaba perdiendo la consciencia de su mal, y sin embargo el familiar cada día aumenta su angustia y ansiedad por la situación que está viviendo. Al cansancio físico se une un terrible desgaste mental. Es insoportable ver sufrir a un ser querido, aunque sea un sólo día. Pero sí sufre alzhemir el sufrimiento es mayor cada día. Por eso en estas fechas que se celebra el Día Mundial del Alzheimer quiero destacar el papel de esos cuidadores y familiares que se someten a un examen diario con la seguridad de que nunca van a sacar matrícula de honor. Su esfuerzo, su preocupación, su dolor y sus desvelos son de un mérito incalculable. Antes sólo lo valoraban los que habían pasado por ese trance. Ahora hay un reconocimiento generalizado de ese trabajo e incluso se han dado los primeros pasos para que haya un reconocimiento legal y se contemplen las ayudas necesarias para esas personas que tienen que suspender su vida y su trabajo para dedicarse a cuidar a un familiar. Ojalá sea verdad y yo me alegraría sinceramente de que fuera así, aunque a algunos nos llegue muy tarde. Por eso, a los que estáis pasando por esa situación, os diría que cuando al enfermo le empiecen a robar su memoria, tratéis de que tarde mucho más en perder sus sentimientos. Y que sentirse en algún momento culpable no sirve de nada, es perder el tiempo, y a ellos no les sobra. Y como lo que importan son los sentimientos, hay un poema que puede poner un poco calor en esa enfermedad descarnada. NO ME PIDAS QUE ME ACUERDE NO TRATES DE HACERME COMPRENDER DÉJAME DESCANSAR HAZME SABER QUE ESTÁS CONMIGO ABRAZA MI CUELLO Y TOMA MI MANO ESTOY TRISTE, ENFERMO Y PERDIDO TODO LO QUE SÉ ES QUE TE NECESITO NO PIERDAS LA PACIENCIA CONMIGO NO JURES, NO GRITES, NO LLORES NO PUEDO HACER NADA CON LO QUE ME OCURRE AÚN ASÍ TRATO DE SER DIFERENTE NO LO LOGRO RECUERDA QUE TE NECESITO QUE LO MEJOR DE MÍ YA PARTIÓ NO ME ABANDONES, QUÉDATE A MI LADO ÁMAME HASTA EL FINAL DE MI VIDA

jueves, 10 de septiembre de 2015

Me cuesta mucho

Me cuesta mucho volver a este blog, y me cuesta porque ya hay veces que tengo la sensación de ser un intruso y que me adentro en un terreno abandonado.Es una propiedad privada en la que se ha cesado cualquier actividad.La única duda que me hace volver es la de que esa inactividad no sea algo premeditado, sino porque haya venido obligado por los acontecimientos o por cualquier motivo que no conozco, y por tanto no me permito juzgar. Pero con independencia de esas elucubraciones, a la que soy tan aficionado, he de reconocer que me produce cierta alegría volver por estos foros y pensar que lo puedo leer alguna de esas personas que he conocido más de cerca en estos últimos meses y que han llegado a ruborizarme con sus comentarios , pero que también me han dado mucho que pensar. Y es que somos de dos pueblos separados por dos kilómetros, pero casi siempre hemos vivido a distancias siderales. Qué poco nos conocemos y qué poco nos esforzamos por acortar distancias y estrechar relaciones. Y para que nadie piense en que es una crítica, me refiero sobre todo a mí , que nunca he ido más allá de un saludo o , como mucho, de una sonrisa hacia aquellas personas con las que podemos tener en común muchas más cosas de las que pueden parecer. Y es cuando nos envolvemos en la nostalgia o cuando definimos a personas que no necesitan de la mano de este pobre escritor para que se reconozcan unos méritos que a veces están ya grabados en el cielo con letras doradas. Cuando nos paramos a pensar y a decir algo de alguien es entonces cuando descubrimos que esos dos kilómetros de distancia los podemos recortar hasta vivir pared con pared. Entonces la soledad parece más acompañada y se desvanece ese sentimiento de intrusismo al pisar estos terrenos tan privados. Es la vida, la otra cara de la vida, que es la más importante pero la menos conocida.

jueves, 23 de abril de 2015

LA ROSA DE LA AMISTAD Bonito texto el de la rosa del molino ( se puede ver en la página de Blacos), y además breve como gusta a nuestros lectores. Lástima que otros no seamos capaces de condensar en la brevedad tanto buen sentimiento. Pero al hilo de esa rosa romántica, a mí se me vienen a la cabeza otras frases sobre la rosa que no son mías. Dice: “Quise cortar la flor más tierna del rosal, pensando que de amor no me iba a pinchar, y mientras me pinchaba me enseñó una cosa, que una rosa es una rosa. Y cuando abrí la mano y la dejé caer rompieron a sangrar las llagas de mi piel, y con sus pétalos me la curó mimosa” (Mecano). Más allá de una letra de canción bien construida se puede entender toda una filosofía sobre la amistad. ¿ Y por qué digo esto?. Por algo muy simple. Esta página a veces despierta indignaciones o preocupaciones más allá de las habituales. Pero también provoca reacciones de amistad que podían estar escondidas. El otro día una amiga de Blacos me dijo que estaba orgullosa de que la considerada eso, una amiga. Y esto, que en un principio me halagó, después me hizo pensar y preguntarme, ¿ A ver si a veces no soy capaz de transmitir mi amistad a personas que siempre he considerado amigas ? Parece fácil, pero si lo piensas en serio no lo es tanto, porque a veces vivimos mezclados entre sobreentendidos, y damos por hecho cosas muy claras pero que puede que no estén tan claras. Y entonces descubres que la amistad se puede vestir de muchas formas y con muchos colores. La amistad puede entenderse como un paseo por una playa desierta. Vas caminando y si vuelves la vista atrás, sobre la arena quedan marcadas las huellas, dibujan un camino por el que puedes regresar sin miedo a perderte. Pero ese movimiento que parece una mera rutina, exige ciertas precauciones. Si decides andar muy cerca de las olas es probable que al volver la vista atrás esas huellas hayan sido arrastradas por el agua. Y de repente te encuentres aturdido por la soledad y al mirar al frente descubras también que esas huellas se las han llevado las olas y ahora naufragan muy lejos de la costa. Hay que cuidar el camino y también vigilar los peligros que rodean a ese camino. Si el mar está picado, hay que andar más lejos de la playa, si el mar está en calma te puedes acercar al principio de las olas. Y a veces, hay que saber que no se puede caminar por la playa, porque hay resaca,y te puede arrastrar. Las huellas frescas son ese amigo que está siempre a tu lado, sólo tienes que mirar atrás y ver como sigue tu estela, compañero y vigilante por si lo necesitas. Pero si no lo necesitas también está ahí detrás, mudo y expectante, sin molestar, sin dejarse notar, ajeno a tu caminar decidido. A veces te susurra al oído que cambies de camino, que el mar amenaza tu paseo, que las olas llegan amenazadoras, que en alta mar se pierde la orientación y que no hay barcas para socorrerte. Y al final del paseo, entre las piedras del puerto puedes encontrar un rosal amigo como el del molino. Al coger una rosa, sedosa al tacto, frágil de aspecto y dura en su tallo, es muy probable que te pinches y brote la sangre entre tus dedos. Pero nadie ha dicho que la amistad sea fácil conseguirla.., y mucho menos mantenerla.

miércoles, 8 de abril de 2015

Homenaje

En fin, no pensaba volver por estos foros porque, ahora más que nunca, este blog parece un desierto esquilmado y totalmente diezmado por el cambio climático que parece asolar a los pocos escritores de Torreblacos. Y he vuelto a escribir porque hay cosas que merecen la pena ser contadas, que deben ser contadas para que no se pierdan en el olvido, que es el peor de los suplicios a los que se puede someter a un recuerdo.El pasado lunes estuve de nuevo en Torreblacos, y fue para asistir a un funeral. Así a primera vista puede parecer un motivo poco gratificante, pero en este caso fue especialmente emotivo. Cuando alguien se va siempre es una tragedia, pero cuando alguien decide despedirse después de soportarnos más de un siglo de vida entran en juego otra serie de valores y hay que echar mano de otros argumentos más juiciosos que el simple deseo eclesial de dejar la tierra de sufrimiento para ascender a los cielos de la eterna felicidad.Hay algo más, muchas cosas más.Durante esos más de 100 años de vida, la señora Iluminada ha dejado muchas luces encendidas y ahora a su familia, amigos y conocidos les toca el difícil trabajo de luchar para que no se apaguen.Y seguro que ha dejado, ha tenido mucho tiempo para ello, baúles llenos de recuerdos que hay que cuidar para que no se pierdan, porque en cada uno de ellos estará esa mano que un día sostuvo a sus hijos y que después acariciaba a sus nietos.Argumentos más que suficientes para adornarlos con el cariño, el amor y la memoria, que son de las pocas cosas que podemos ofrecer a los que han dicho hasta luego. En cada uno de esos detalles, cada vez que se ejerza la memoria, se le estará haciendo un homenaje a la señora Iluminada. Hay una frase que yo repito muchas veces, que dice que los que mueren nunca se van si permanecen en el recuerdo de los que se quedan. Y el lunes me encontré con esas personas que se van a encargar de recordarla, se notaba en su cara, en sus movimientos dolientes , y en ese rictus de ansiedad que nos invade a todos cuando tenemos que despedirnos, Fue un día de luz, de sol resplandeciente, de cielo azul y limpio para que se vieran todas las señales que conducen hacia el cielo.Pero eso hubiera dado lo mismo.Podía haber sido un día gris, sembrado de aguaceros y con el cielo negro cerrado.Ella hubiera llegado igual. Es la ventaja de ser Iluminada,.

miércoles, 7 de enero de 2015

No paraba de llover. Y ahí estaba él mirando una página en blanco a escasos milímetros del ordenador. Un distancia mínima que de repente se convertía en interplanetaria, casi infinita. El folio en blanco era una denuncia, un testimonio, un informe preciso de que la imaginación había huido sin dejar ni siquiera una nota de despedida. Hace unos días una página en blanco no era nada más que tres minutos de hilvanar frases hasta dejarla llena de pensamientos. Ahora ya no, ahora se había convertido en una cuesta vertiginosa a la que no podía hacer frente ni su pluma ni sus fuerzas. Y al otro lado del cristal arreciaba la lluvia. La página ni se inmutaba, bueno sí, ahora había tomado la imagen de un muro sólido, de hormigón armado y con púas en su cresta, un enemigo dispuesto a dar la batalla sin respiro, sin concesiones, como el campo enemigo, ese territorio hostil minado en cada uno de sus milímetros en blanco. Marcaba sus distancias y cada vez era más inaccesible. Los pies se volvían cada vez más torpes y se negaban a introducirse en ese laberinto desalmado. La cabeza seguía en ebullición pero no encontraba ni una sola letra dispuesta a colaborar en la creación de alguna frase que permitiera abrir un leve resquicio en la muralla. No veía nada de lo que había al otro lado, y en éste chocaba una y otra vez con una de las cosas más deprimentes con las que se puede enfrentar un aprendiz de escritor, una página en blanco. Una página que hacía ya varias horas que había roto su silencio y gritaba a todo pulmón en contra de ese que no era capaz ni de arañarle un par de líneas que le permitieran evitar la rendición. Ya no se veía apenas nada al otro lado del cristal, porque una cortina de agua había cegado la visión desde este lado de la ventana. Adentro sólo había silencio, a veces roto por algún suspiro de desesperación. Afuera se había desatado un aguacero impenetrable y dominador. Seguro que el agua caía a los dos lados del muro, pero era imposible saberlo. El hormigón de la muralla no solo frenaba la imaginación, sino que congelaba cualquier sentimiento positivo. A veces la amargura sustituye a la intuición y a partir de la tristeza brotan frases desgarradas. Pero lo peor es la quietud, el silencio, el vacío que una y otra vez se convertía en cómplice de esa página por escribir. La nada es más amarga que la propia amargura. En ese momento el aprendiz de escritor empieza a naufragar entre el desaliento y la ansiedad. Y cuando coinciden los dos todo se vuelve borroso, gris tirando a negro, y acaba desembocado en la inutilidad más absoluta. Ese choque deja maltrecho el cuerpo y el alma porque siempre, o casi, siempre, es el mundo exterior el que se encarga de cegar todos los canales interiores. La parte alta del cristal, todavía sin empañar, deja ver los primeros copos que caen sobre la calle mojada y desierta, tan huérfana de gente como la orfandad de letras en la página vacía. Ni siquiera la nieve es tranquila, porque la acompaña un viento huracanado que remueve cualquier vestigio de quietud en el interior. El frió de fuera comienza a congelar sus huesos, y lo que es peor empieza a dejar gotas de hielo en los más profundo de su corazón. La página en blanco comienza ya a ser una obsesión, la única obsesión que ocupa ya cualquier rincón de su pensamiento. Hace tiempo que ha pedido al armisticio. El aprendiz de escritor entrega las armas sin ni siquiera haberlas utilizado. Es una rendición sin condiciones, ni contrapartidas. Es una entrega absoluta a la nimiedad, al absolutismo de la negación. Se acabó. Lo mejor es desaparecer, o esconderse y esperar a que pase el temporal. Lo mejor es sacar la bandera blanca y como se dice en Blacos," esperar a que escampe". Adiós.