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lunes, 21 de marzo de 2016

El Ramo de Pascua

Fue un comentario fuera de contexto, pero automáticamente encendió una bombilla en mi memoria, y segundos después comenzó a funcionar mi centro de datos. Quiero advertir que, en mi osadía, puede que cuente cosas que no tienen nada que ver con la historia real o que están muy lejos de coincidir con el significado de aquellos años. Fue oír ramo con caramelos y me sumergí en el pozo de mi infancia. Recuerdo, probablemente no lo viví y simplemente me lo contaron, que en Blacos también había un ramo con caramelos. En un principio la lógica me llevó a pensar que era el Domingo de Ramos. Llamé a mis fuentes y me dijeron que no, que ese ramo se hacía el día de la pascua. Es decir era un ramo de Pascua, exactamente de una semana después del domingo de Ramos. Era una obra absolutamente femenina aunque mi poética literaria me lleva a pensar que nacía de la voluntad masculina. La historia es más o menos así. Para el domingo de Pascua se buscaba un enebro, y se le cortaba la picota (aquí creo yo que entra la aportación de los hombres). Las mujeres de Blacos lo adornaban con dulces y frutas. Lo más típico debían ser las roscas y las naranjas, aunque poco a poco se le añadió una mayor diversidad. Ese ramo, esto ya es cosecha propia mezclada con tradición, se llevaba adornado hasta la iglesia. Desde aquí salía en procesión. La parada estrella era aquella en que se subastaba el manto de la Virgen. Primero se pagaba por quitarlo y después por llevarlo hasta la ermita. Este acto emblemático de la Semana Santa de Blacos, se completaba con la subasta o sorteo de los dulces y las frutas que llevaban en el ramo. Entiendo que la subasta del manto tenía mucho que ver con la cercanía a la fe y el del ramo con las posibilidades de cada bolsillo. La retirada del manto era el espíritu religioso y la adquisición de roscas y caramelos se debía a deseos más prosaicos. La Virgen, el manto, la procesión, y el rosco seguían camino hasta la ermita en uno de los actos de mayor colorido litúrgico del pueblo. También era costumbre de que una de las mozas llevara un pájaro en la mano, que luego se soltaba en la ermita. Quiero pensar que era un símbolo de liberación después de una semana de crucifixión y muerte. Mientras que lo del manto era un ejercicio de fe y lo del ramo un trabajo colectivo, lo del pájaro era individual. Llegaba un momento en el que la portadora del pájaro era la protagonista absoluta y todos los ojos de los asistentes se posaban en ella esos segundos que tardaba en liberar al pajarito. Y esto creaba cierto nerviosismo y mucha tensión en la protagonista de cada año. Hasta tal punto que una de ellas se dejó llevar por los impulsos y la seriedad del momento y apretó la mano más de la cuenta sin darse cuenta. Y cuando fue a soltarlo en la ermita el pájaro dormía ye el sueño eterno en su mano. Debe ser un hecho muy conocido, porque mi fuente es prácticamente de lo único que se acuerda en esa historia que debería ser contada con mayor frecuencia. Era el Ramo de Pascua y lo que yo bautizo como el pájaro de la libertad. Reconozco que es una historia muy novelada, porque, como digo, los conocimientos de aquellos años son muy escasos. Pero seguro que alguien que lo lea conoce o le han contado la historia de una manera más real y sobre todo más completa. No estaría mal que la plasmara aquí porque a mí por lo menos me gustaría conocerla con más de talle. A ver ese viejo molinero con memoria fotográfica, por ejemplo. Seguro que vivió algún ramo de pascua. O vuestros padres y madres, igual saben la historia del pájaro... y del ramo.

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