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No camines delante de mi, puede que no te siga. No camines detrás de mi, puede que no te guíe. Camina junto a mí y sé mi amigo. (Albert Camus, 1913-1960)

viernes, 21 de octubre de 2011

EL ARADO ROMANO

Con el final del verano, recogida la cosecha y festejado el solsticio de verano, llegado el otoño llega la época de labrar la tierra, sembrar la simiente y rogar que el tiempo acompañe y que la siguiente sea mejor que la anterior (aunque en Soria ya se sabe…. Siempre es mala según el labrador).


Esta época de otoño me trae los recuerdos de la niñez cuando acompañaba a mi tío para verlo labrar con la yunta y el arado romano, no labraba ya las tierras grandes, ya se hacía con los tractores, pero los huertos si y era la oportunidad para ver cómo era esa labor, siempre sentí curiosidad y las pocas veces que lo vi me maraville.

Hoy en día ese arte de trabajar la tierra ya ha desaparecido, en aquel entonces  cuando lo veía pensaba: “fíjate lo hace igual que cientos de generaciones predecesoras desde tiempo de los romanos, ya que de ellos es el invento de este apero de labranza, ósea más de 2000 años”.

Cuanto ha cambiado la agricultura, de los no lejanos años 60 del pasado siglo a la actualidad en  50 años se ha pasado de la tecnología romana a la era de las grandes maquinas, del petróleo y de la maximación del trabajo y la minimización del esfuerzo.


Es por esto que esas formas de trabajar se han de quedar en el presente, se ha de saber como era y como se hacía, hemos de dejar constancia para las generaciones actuales y futuras que los pueblos y sus trabajos no son como los ven si no que, siempre fueron manuales, con esfuerzo y dolor, es bueno que piensen que no todo se basa en las maquinas ni en la tecnología propiciada por el petróleo, es bueno que sepan que también con las manos, el ingenio y la tenacidad se conseguían los mismos resultados, claro no con la cantidad de hoy pero si con la misma calidad en el producto final.